Ni la foto de tu salva pantallas hace que no se me retuerza el estómago cuando me hablas, que no se me atragante la saliva cuando me miras desde detrás del cristal, ni que no se me congele cada uno de mis cinco sentidos cada vez que sin querer me rozas el brazo. No sé cuanto tiempo paso al día mirando tus manos, las perfección de la zona donde te nacen las uñas, la exacta forma que tienen tus dedos. Realmente escucho palabras sueltas de lo que me dices y voy formando las frases que entiendo me quieres transmitir, los segundos que me sobran los aprovecho para mirar cómo encajan perfectamente entre sí tus labios cuando hablas y lo poco que se ven tus dientes cuando te ríes. Imagino que habrás notado la no sutileza con la que me acerco a tu ordenador para leer lo mismo que tengo en el mío, absorbiendo el olor a ti de tu despacho y dándome cuenta de que tu cuello visto desde atrás es casi tan tentador como los donettes que me como a las seis de la tarde y que tu nunca quieres, ni siquiera de los blancos, porque dices que no te gusta comer entre horas, como millones de cosas más que no te gustan.
Some men just want to watch the world burn
Hace 11 años