Tal y como ha sugerido Rita, aunque nunca tan bien como ella, ni por asomo.
Yo antes bendecía la comida dándome besos en las manos porque "eran Jesús"... Ahora decoro mi casa por Saturnalia con un Monstruo Espagueti Volador de lana.
Yo antes no entendía a las lesbianas masculinas tipo "Butch" porque me parecían casi hombres, ¿cómo pueden gustarte las mujeres y salir con alguien así? Ahora entiendo que la feminidad no está en la longitud del pelo ni en lo ajustado de los vaqueros, y que, después de todo, tampoco es de la feminidad de lo que se enamora uno.
Yo antes no comía tomate crudo, ni cebolla ni pimiento. Ahora no como tomate crudo.
Yo antes iba en tacones a todas partes y hasta me ponía collares y pendientes... Ahora en lo único que pienso cuando valoro ponerme tacones es que tardaré un minuto más en llegar andando al metro. Los pendientes y collares no llegaron nunca a mudarse conmigo.
Yo antes comía poco y casi nunca tenía hambre. Ahora tengo hambre casi siempre, pero sólo de guarrerías (como el hambre de Cars de "cosas de gastar"). Y ahora me preocupo de la talla de mis pantalones.
Para mí antes la mejor comida era ir al McDonals o al Vips, o comer cualquier cosa por ahí. Ahora es el cocido recién hecho cuando llego a casa.
Yo antes no podía dormir si no leía un ratito hasta que se caían los párpados. Ahora no puedo dormir si no estás encajadita detrás de mí y abrazándome (y empieza a ser una dependencia desadaptativa).
Yo antes pensaba que en Nochevieja había que salir, empalmar, ponerse un vestido de terciopelo negro y desayunar, muerta de frío y asco, en cualquier mierda de bar que te vendiese churros. Ahora pienso que lo mejor de la Nochevieja está antes de las uvas, en la gente que tienes sentada a la mesa contigo.
Yo antes pensaba que la entrada del blog me iba a salir variadita, ahora me doy cuenta de que me ha salido de lo más culinaria, lo cual viene a refrendar el punto 5.
