Y que, de no ser así, seas breve en olvidar, y que olvidando, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles.
Y que por lo menos haya uno en quien confíes, y que confiando, no dudes de esa confianza.
Y porque la vida es así, te deseo incluso que tengas enemigos, ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas.
Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro.
Te deseo además que seas útil, no insustituiblemente útil, sino razonablemente útil.
Y que en los momentos malos, cuando no quede nada más, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.
Igualmente, te deseo que seas tolerante, no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente.
Y que esa tolerancia no se torne en aplauso ni en permisividad, para que en buen uso de ella, sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no madures muy deprisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan en nosotros.
Te deseo de paso que estés triste. No todo el año, ni un mes ni una semana,
sino apenas un día.
Pero que en ese día de tristeza descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y que la risa constante es insana.
Te deseo que descubras, con la máxima urgencia, por encima y a pesar de todo, tal vez ahora mismo, y si es imposible, mañana por la mañana, que existen seres oprimidos, tratados con injusticia e infelices.
Que están cerca de ti porque tu padre aceptó convivir con ellos.
Y estarán cerca de tus hijos si asumes que es inevitable.
Te deseo que acaricies un gato, alimentes un perro y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal.
Porque de esta manera, te sentirás bien por nada.
Deseo también que plantes una semilla por minúscula que sea y la acompañes en su crecimiento día a día, para que descubras de cuántas vidas está hecho un árbol.
Te deseo, además, que tengas dinero, porque es preciso ser práctico, y que por lo menos una vez al año pongas una parte de él frente a ti y digas: “Esto es mío”.
Sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.
También deseo que seas moderado, no completa ni obcecadamente, sino con normalidad.
Pero que esa moderación no te impida abusar cuando el abuso es necesario.
Te deseo también que ninguno de tus seres queridos muera, por ellos y por ti. Pero que si muere alguno, puedas llorar sin sentirte culpable y sufrir sin lamentarte.
Te deseo por fin que,
siendo mujer, tengas un buen hombre
y que siendo hombre tengas una buena mujer.
Y que se amen hoy, mañana, después, al día siguiente, una vez más y nuevamente, de ahora en adelante y hasta el próximo año.
Y que cuando estén exhaustos y sonrientes, aún tengan amor para volver a empezar.
Y si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo nada más que desearte.
Sérgio Jockymann
Traducción de Yuri Rodrigues.