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-¡Marrano, so guarro!

Me despierto en la penúltima fila del autobús. Junto a la puerta trasera un anciano con un poco de pelo blanco, en bermudas y de aspecto angelical le grita como un energúmeno a un chaval quinceañero con sus granos y su gorra hacia atrás y su novia quinceañera con más tetas que caderas.

-¿Es que no han visto lo que estaban haciendo en la parada? ¡Es una vergüenza! ¡Y es por culpa tuya, que eres una guarra, marrana! -le dice a la de las tetas, que se medio oculta detrás de su flequillo de medio lado, como recién sacado de la foto del perfil de Tuenti. -Bajaos del autobús, ¡cerdos!

El quinceañero mucha energía no tiene pero debe de sonarle de alguna parte que si insultan a tu novia tienes que defenderla porque si no lo mismo no te la chupa (por muy guarra que sea según el anciano angelical).

-¡Que te meto!

Al viejo se la repanpinfla porque cree contar con el apoyo popular pero poco a poco la muchedumbre sale del letargo de la hora de la siesta y empiezan a unirse al jolgorio. La primera es una chica joven que espera junto a la puerta para salir.

-¿Pero qué dice usted?

-¡Contigo no estoy hablando!

-¡Pero se está usted metiendo con todas las mujeres, y yo soy una! - Me encanta.

-¡Es una guarra, tenía que haber visto lo que hacían, qué asco, es una vergüenza! - El hombre sufre de tanta rabia que tiene, pobre.

-¿Y usted de dónde viene? ¡¿De dónde viene usted?!

-¡De mi casa! - Creo que hay un problema de comunicación.

-¡Usted viene de su madre! ¡De UNA MUJER! - La mujer como CONCEPTO.

El viejo no sabe muy bien cómo reaccionar ante argumento tan sólido pero es igual, porque él sigue a lo suyo insultando a lo bestia a los adolescentes que para este momento han sido arropados por los viajeros y se han acomodado en unos asientos de delante. La novia se acurruca en el hombro de su salvador y básicamente miran el panorama como si no fuera con ellos.

-¡Es una guarra! ¡Cerdos, son unos cerdos! ¡So rojos! - Viva la asociación de ideas.

La chica joven se baja y el viejo se resiste y le grita desde arriba:

-¡Tú también eres una guarra!

-¡Como su madre!

-¡Mi madre no!

Las señoras de alrededor se unen:

-¡Pero qué dice usted! Si no le gusta no los mire, ¿o es que le gusta mirar?

-¡Tenía que haber visto lo que hacían! - Joder, pues sí que quería haberlo visto porque debía de ser la hostia.

-¡Pues BIEN que hacían! Y no como antes que había que hacerlo a escondidas. Tiene la mirada sucia, ¡viejo asqueroso!

El hombre se va encajonando entre los asientos y sigue bufando, cada vez más bajito, como un gato acorralado.

-Si llega a ser mi nieta, ¡le parto la boca! Viejo cabrón... - le espeta una señora a mi lado.

A estas alturas ya no queda nadie en el autobús que no le haya gritado algo al viejo, salvo un par de universitarios con los cascos puestos que tratan de aparentar que no están escuchando y no se lo creen ni ellos. Al poco el autobús se para y el conductor se gira:

-O se calla, o se baja.

Todo el mundo jalea al conductor y el viejo, que no quiere bajarse en mitad de la nada con un calor que te torras, porque ahí donde le ves es blanquito de piel, se calla definitivamente. A las tres paradas se baja, y un poco después se bajan los quinceañeros.

En el autobús todo el mundo se sonríe. Ventajas del transporte público.