Mi primera vez

Ayer volví al trabajo después de mis primeras vacaciones laborales (qué cortas, ¡qué cortas!) y me reincoporé por todo lo alto: autopsia de adulto, y me tocaba eviscerar a mí.

Para que os hagáis una idea, cuando hay que hacer la autopsia a un paciente, lo primero es sacar todos los órganos para que los familiares puedan enterrar cuanto antes a su familiar. Esto se llama "eviscerar" y es la parte menos científica, más salvaje y, sobre todo, más agotadora.

Ahí estaba yo, delante del cadáver de un señor de ciento y pico kilos abierto en canal, con un cuchillo de 20 centímetros en una mano y con la otra tratando de sujetar los pulmones y el corazón, mientras corto el diafragma como puedo. Ni mis manos son lo grandes que deberían ser, ni mi altura la suficiente (y eso que utilizo un banquito para auparme), ni mi fuerza la necesaria. A punto estuve de caerme dentro, con cuchillo y todo.

Acabé empapada de sudor y sangre (y de otros fluidos que mejor no mencionamos en detalle), y hoy me he levantado con lumbago de abuela (que no debería llamarlo así porque a mi abuela una cosa de éstas nunca le daría lumbago, con la de matanzas que ha hecho...). Pero aunque suene raro hablando de desmembramientos y cadáveres, estoy contenta. Las primeras diez veces que uno hace algo son siempre complicadas. Ya sólo estoy a 9 de hacerlo casi bien.